Reconciliarse con la noción de hambre
A veces, los problemas con el peso vienen de la incapacidad para comer solamente cuando aparece la sensación de hambre. Para reconocer esa sensación, que es totalmente natural, puedes probar a retrasar el momento del desayuno, dos o tres días seguidos, para identificar las señales de hambre, como rugir de tripas, salivación e incluso, a veces, calambres en el estómago. En realidad, ¡no tendríamos que comer antes de tener esa sensación!
Dejar de comer al llegar a la saciedad
La saciedad puede ser difícil de detectar, sobre todo porque no tenemos la costumbre de escuchar a nuestro propio cuerpo... Se suele manifestar con una reducción del placer de comer y también con la sensación de tener el estómago lleno. La comida empieza a estar menos buena que al principio. Esa es la señal de que hay que dejar de comer. Aunque quede comida en el plato...
Saborear los alimentos
Para comer menos, a veces basta con comer más lentamente y, sobre todo, tomando conciencia de lo que estamos comiendo. Para eso, lo primero es olvidarse de comer viendo la tele o una revista. Verás que empiezas a comer menos mecánicamente y menos cantidad, así de fácil.
Disfrutar
Más que nada porque si te frustras, corres el riesgo de permitirte en la siguiente comida todo lo que te habías comido antes. Así que si de verdad el cuerpo te pide unas patatas fritas y no unas zanahorias, no lo dudes, pero deja de comer antes de llegar a atiborrarte.
Variar los alimentos
Llevar una dieta equilibrada no se consigue en un día, ni tampoco en una semana. Pero el cuerpo está muy bien hecho y, si te escuchas un poco, enseguida detectarás sus señales. Puede llegar el día en que te apetezca un montón comerte una buena ensalada de endivias, por ejemplo.
Hacer ejercicio
No hace falta ponerse a hacer maratones si ni siquiera corres para no perder el autobús. Algo tan fácil como subir por las escaleras en vez de por el ascensor, bajarse en una parada antes para caminar un poco de camino al trabajo, ir a comprar el pan a pie y no en coche, quedarse de pie en el autobús o el tranvía o dar un paseo los domingos en vez de ver una peli en casa también es hacer ejercicio.
Un masaje, ¿por qué no?
Los masajes no adelgazan, pero sientan bien. Nos sirven para reconciliarnos con nuestro propio cuerpo y a veces también ayudan a drenar el líquido que retenemos en las caderas, esas cartucheras que nos cuentan tanto de aceptar.
Beber mucho, pero no demasiado
Al beber, eliminamos toxinas. Y hay muchos productos drenantes (en sobrecitos, infusiones...) para acelerar el proceso.
La ducha, mejor fría
Si te parece imposible, siempre puedes terminar con un chorro de agua fría en las piernas. Es lo mejor para aliviar la sensación de piernas cansadas y un gran aliado en la lucha contra la celulitis. Sin olvidar que, para calentarse, el cuerpo gastará energía y, por tanto, ¡calorías!